Los indios guaraníes del Brasil ecuatorial cuentan una bella y triste leyenda sobre el amor de una hermosa doncella y un guerrero que habitaba la luna. En su tribu se decía que cuando la luna se escondía en el firmamento, el guerrero que habitaba la luna bajaba a la tierra para llevarse con el a una doncella de su agrado. Para que la doncella pudiera permanecer con el por la eternidad, ésta tenía que iluminar su vida, por lo cual el guerrero de la luna la convertía en una estrella del firmamento. Una noche, la doncella enamorada de la luna, huyó de la aldea, desesperada al ver que sus días se consumían sin ver el cielo descender a la tierra. La joven miraba hacia adelante y lo único que podía ver era noche y tinieblas sobre la inmensidad de la selva. Cada hoja, cada rama, cada raíz servían de espejo para la oscuridad, para la nada. Caminó, y caminó y caminó, y no encontró en aquella fatídica noche un reflejo de su amado, una señal que la elevara de la tierra. Cuál no sería su alegría cuando encontró un lago cristalino, y su amada luna reflejada en ella. Fue tanta su alegría, que corrió al encuentro con su amado, hundiéndose en el lago para nunca más volver. Cuando en el guerrero supo el sacrificio de la doncella se conmovió y decidió recompensarla elevándola a estrella, pero no cualquier estrella, la convirtió en la estrella de las aguas, en la reina de las aguas. Así fue como nació la reina de los nenúfares. Es el lirio de agua más grande que existe. Su inmensa y fragante flor blanca se va tornando rosada, como la piel de una doncella. También se puede decir que está cubierta de espinas, como reflejo o símbolo de un gran tormento.
Fue tanta la veneración que tuvo este lirio durante la época victoriana que el horticultor inglés Joseph Paxton construyó para albergarla un invernadero conocido como el palacio de cristal. Este invernadero tenia cuatro veces las dimensiones de la catedral de San Pedro en Roma.
Fue tanta la veneración que tuvo este lirio durante la época victoriana que el horticultor inglés Joseph Paxton construyó para albergarla un invernadero conocido como el palacio de cristal. Este invernadero tenia cuatro veces las dimensiones de la catedral de San Pedro en Roma.